Las ayudas públicas se quedan “en las asociaciones patronales y los institutos tecnológicos, pero no acaban de llegar a las empresas”. Estas declaraciones, pronunciadas por el responsable de la comisión de internacionalización de la Cámara de Comercio de Valencia el pasado mes de enero desataron una tormenta dentro de la institución e hizo intervenir al Conseller Rambla.
Pasada la tormenta hay que preguntarse ¿qué hay de verdad en esa frase? ¿Qué políticas formativas impulsa la Generalitat para fomentar el espíritu emprendedor? ¿Qué criterios adopta la administración para conceder ayudas o denegarlas? ¿Qué clase de políticas se impulsan en los países europeos para crear empresas?
Durante el presente ejercicio económico de 2010, el IMPIVA, a través de la línea ‘Programa de Creación de Empresas de base tecnológica’ tiene previsto apoyar directamente la creación de empresas por un importe de 1.350.000€. El SERVEF, a su vez, apoya hasta con 6.000€ a cada persona que se da de alta como autónomo. En ambos casos la Generalitat hace un gran esfuerzo presupuestario aunque, bien es cierto, que parte de estos fondos provienen de los programas europeos FEDER y Fondo Social Europeo (FSE).
Pero este esfuerzo presupuestario tiene grandes contrapartidas que radican en las condiciones que ambos organismos imponen al emprendedor. En primer lugar, un plazo de resolución de las solicitudes de entre 6 y 9 meses, en segundo lugar, la obligatoriedad por parte del emprendedor de anticipar el dinero, tercero, la obligatoriedad de mantener la actividad empresarial y no realizar cambios sustanciales entre tres y cinco años, cuarto, limitaciones al emprendedor relacionadas con la geografía, el traspaso de actividad, etc.
Estas condiciones tan rígidas y poco ajustadas a la realidad emprendedora hacen que muchas ayudas públicas se queden en el camino y no lleguen a las empresas. De acuerdo con una reciente encuesta de la Universitat de Valencia hecha pública por la Cámara de Comercio, sólo el 1,7% de las empresas considera que las ayudas son muy eficaces, mientras que, el 83% manifiestan que son poco o muy poco eficaces. En consecuencia, algo va mal.
Cuando hablamos de emprender también hablamos de un proceso. Un proceso con al menos cuatro fases relacionadas con la educación, la formación, la creación de la empresa y el seguimiento de la misma. Elementos que no pueden ser independientes sino que deben estar conectados y coordinados para que den el resultado adecuado.
En algunos países europeos, como es el caso de Portugal, los gobiernos están haciendo un gran esfuerzo humano y presupuestario en incentivar en los estudiantes de primaria y secundaria la iniciativa empresarial, intentando corregir la mala imagen que se tiene en muchos países comunitarios de la empresa y los empresarios.
Cada vez hay más universidades que se encargan de la formación de emprendedores, como es el caso del Instituto IDEAS o la Fundación ADEIT, que amplían su oferta académica ofreciendo cursos especializados para la creación de empresas. Iniciativas que aún no están muy extendidas en otras universidades europeas.
Por el contrario, Europa nos aventaja en la formación práctica del emprendedor. Dos ejemplos; en Francia, las instituciones que forman futuros empresarios tienen convenios con empresas y asociaciones empresariales en donde el emprendedor puede probar y tantear su producto o servicio antes de que este vea la luz. La Comisión Europea ha sacado un nuevo programa (Erasmus para jóvenes emprendedores) para que un emprendedor pueda aprender de la experiencia de un empresario experimentado de cualquier país de la U.E.
Finalmente, para crear la empresa es necesario financiación. Y no debe haber financiación sin formación. Por ello, las instituciones que forman a los emprendedores deben tener también la capacidad financiera de ayudar económicamente al emprendedor formado en la institución. Este es el caso de Francia (1.000€), Turquía (2.000€) o la Unión Europea (900-5.400€). Modelo no muy extendido en España aunque si impulsado recientemente por el Ayuntamiento de Valencia a través de la ‘beca itinerario emprendedor’ (5.600€).
En consecuencia, tras estudiar estas políticas de creación de empleo se puede concluir que, en primer lugar, es necesario desarrollar un plan estratégico a medio plazo para incentivar y estimular la mentalidad creativa en las aulas. La base de toda empresa debe ser la creatividad, de lo contrario, el emprendedurismo se devalúa y desemboca en el puro autoempleo sin capacidad de crecimiento, internacionalización o creación de puestos de trabajo.
Segundo, las instituciones que forman a futuros empresarios deben tener la capacidad de establecer colaboraciones con empresas, asociaciones empresariales, cooperativas, etc en donde el emprendedor pueda probar su producto antes de su lanzamiento al mercado. El objetivo es evitar que un proyecto desemboque en fracaso con los conflictos que eso genera y las pérdidas de dinero y tiempo del emprendedor.
Tercero, las entidades que forman y asesoran al emprendedor deben tener la capacidad financiera de apoyar económicamente los proyectos. De nada sirve tener el mejor plan de empresa si después no se puede ayudar con recursos económicos al emprendedor.
Como hemos visto emprender es un proceso, en donde todos sus componentes están conectados y relacionados entre sí. Para intentar que las ayudas públicas sean eficaces es necesario que las políticas estén coordinadas y ajustadas a la realidad del emprendedor. Y en este sentido impulsar políticas sociales y educativas que incentiven la creatividad de los estudiantes y políticas de coordinación para que ningún plan de empresa elaborado en una institución pública se quede sin un mínimo de financiación.
El Levante 26/3/2010